domingo, 15 de abril de 2012

Gracias, reinas

     Tengo la gran suerte de rodearme de mucha gente con la que compartir mi mundo y de tener amigos de todas las edades y condición que me hacen la vida agradable pero son mis amigas las que dicen mucho de mí y a las que tendré que presentar en este escenario.
      Poder reunirme  una vez a la semana y hablar sin corsés, es una terapia que me ha hecho librarme de algunos malos momentos y desde luego compartir, los muy buenos. La otra noche, la cita era con las más jóvenes, jóvenes  porque llevan menos años en esto del periodismo que las veteranas, a las que ya conocerás y también  porque algunas  tienen la edad de mis hijos. Me siento bien con ellas  y cuando me aceptan, supongo que ellas también conmigo.
     La reunión con las reinas, que así se hacen llamar, me renueva, de la misma manera  que cuando voy a la universidad a dar clase. Hablan de cosas y sentimientos que yo había olvidado, proponen ideas que oí quizás hace mucho, pero que se perdieron gracias a la realidad o a la vulgaridad  y me hacen ver colores que ya creía no existían, como la otra noche, que después de hablar de jefes mediocres y grises, de despidos sangrantes, de envidias incontroladas, una de ellas, dijo la frase que cambió el rumbo de la noche: “Me caso” y todo fue ya, gritos, besos y quitarnos la palabra las una a las otras, con nombres de fotógrafos, iglesias, vestidos y no sé cuantas cosas más. Lo viví con la misma ilusión que lo hacían ellas y eso que he visto tantas bodas y divorcios que sólo el pensarlo amargaría al más optimista, pero no, la otra noche, me contagié de sus ganas, de su iniciarse en un mundo que yo ya tengo bien sabido y de vivir el amor en sus primeros momentos cuando una segunda reina se arrancó y empezó a contarnos  cómo estaba hilvanando el principio de una historia. Con ella pude sentir las dichosas y cursis,  mariposas en el estómago, el no saber qué decir ni dónde mirar, el sentirse feliz sin razón.
     No es la única vez que me he contagiado de sus peripecias, en otra ocasión, muy divertida, me sorprendí hablando del arte de ligar, cuando yo no ligo desde el año 80 y la otra noche, el hechizo con la máquina del tiempo,como protagonista, volvió a repetirse.
     Ellas me hacen sentir, como fuí y de vez en cuando, me gusta.


miércoles, 11 de abril de 2012

Ana

     Ana ha llamado y  ha dicho que ahora, por fin, es feliz.
     Ana tiene muchos amigos que creyeron que ya lo era  porque pensaron que no se podía pedir más a la vida. Incluso cuando las cosas no le iban del todo bien, dieron por sentado que había asumido ese revés  y que continuaba disfrutando del momento que le había tocado porque se le suponía valentía, arrojo y una inconsciencia, rayando la estupidez que primero le hizo mucha gracia a su papá y luego a su marido.
     Ana era feliz porque los demás lo decidieron. Nadie le preguntó.
     Cuando se marchó, cuando huyó, nadie comprendía nada y todo era difícil de encajar. No podían asumir que dejara un hombre cabal, una casa y sobre todo a unas hijas. Nadie lo entendió. Sus amigas no lograban descifrar su marcha, repitiéndose, las unas a las otras que desde pequeña, todo le fue bien.
      Ana dio un portazo, el único de su vida, que retumbó en su conciencia y en las casas de los demás.
      Ana se fue. Sin explicaciones. Simplemente, se cansó.
      Llevaba cincuenta años siendo perfecta para todos, menos para ella. Se hartó de decir que sí a cualquier requerimiento, a cualquier deseo de los demás. Se agotaron sus ganas de complacer a un entorno egoísta que pedía y exigía. Todos eran mayores, no necesitaban su ayuda. Ella podía elegir y eligió marcharse, vivir sola, olvidarse de todos y que la olvidaran, les dio permiso para que borraran su nombre de las agendas.
      Aquiló un apartamento muy lejos de su mundo y esperó a que la quisieran, esperó a que la echaran de menos. Allí está, soñando que le devuelven lo que dio gratis.
     Está sola, pero ayer llamó y dijo que era feliz






martes, 10 de abril de 2012

Todo puede ser una aventura

     Hoy me sentí con ganas, con fuerza y me fui de compras. Me sentía feliz, no sé muy bien por qué, sabiendo de antemano a que me exponía. En primer lugar hay que elegir la tienda, que no es tarea fácil, porque se puede ir a la que va tu hija o a la que va tu madre, porque intermedias no hay, y si las hay son carísimas. En esa tesitura, como es lógico, opté por la primera.
     Entré eufórica, casi danzando, más que nada porque desde la puerta ya se escucha la música y la canción que se oía, me sonaba y mucho y es que era la misma que bailaba yo en el 83, pero ahora, mucho más larga y mas cansina. Y entre el volumen y las luces de la tienda, me hubiera lanzado pero estoy desentrenada y no era plan y creo que nadie me hubiera comprendido.
     Con esta alegría inconsciente, escogí un pantalón de mi talla, una blusa de mi talla y un vestido de mi talla, creo.
     Me encaminé al probador y ahí empezó  el miedo, el nerviosismo, los sudores y todo por los probadores, esos lugares. Primero la chica que te atiende escondida en  un cerro de ropa, te mira y te dice ¿cuántas? Tú le contestas que tres, y te da un cartelón con el número de prendas que parece que vas a poner en subasta una casa.Y con él, entre la axila y las perchas, te introduces y nunca mejor dicho, en el probador, que precisamente es de tu mismo tamaño, puede que, un poco más alto pero igual, eso, sin estirar los brazos, ni llevar un abrigo aparatoso.
     Al llegar a tan siniestro lugar, la odisea continua cuando recorres la cortina, porque no hay puerta y colocas las cosas, a tu alrededor, si puedes, porque no hay taburete, no hay colgadores, no hay nada más que un espejo inmenso que te hace inmensa y comienza la desesperación con el abrigo tirado en el suelo, el bolso, las perchas y teniendo que desvestirte sin que todo el público presente, al otro lado de la cortina, te vea. Pero lo consigues, no sé cómo, pero se consigue. Primero los pantalones, que no te llegan a la cintura, porque son así, es la moda, llegan a la cadera o menos, o mucho menos y además son estrechísimos, como unas medias. Luego te colocas la blusa, preciosa y transparente, mi madre hubiera creído que era lencería fina. Lo más triste es que aún siendo todo modernísimo, monísimo y de mi talla…. se me veía rara.
      Con el vestido fue peor, era casi de mi tamaño, como el probador, pero tan corto, que sólo recordaba haberme puesto uno parecido, cuando tenía exactamente seis años.Y empecé a no sentirme tan eufórica como entré y eso que logré quitármelo, sin sacar los brazos, fuera del vestidor y sin atizarle a quien pasara por allí. Y el espejo amenazante,seguía ahí, reflejando una imagen distorsionada de mí, diferente a como soy
        Y la escena final se precipita: el bolso en el cuello, las perchas en el brazo izquierdo, el abrigo en el derecho, abres el cortinón con los dientes y sales bufando y entregas el tarjetón del tamaño de un niño de comunión, a la dependienta que ni te mira, cosa que agradeces, y te vas, muy digna pero sin comprar. Porque ya no es fácil comprar.Porque ya no es fácil vestirse.
       Y sales de allí, prometiéndote que no volverás a un lugar tan moderno, tan sonoro, tan joven y tan pequeño.
      La próxima vez, o te vas a la tienda donde compra tu madre o te lo llevas a casa, como la Preysler, que eso dicen que hace y por eso le está todo bien, porque la ropa se la prueba en casa, si no, de qué¡¡¡   



lunes, 9 de abril de 2012

¿Cómo he llegado aquí?

     Siempre me ha gustado soñar, soñar con lo que pasará, aventurarme en el futuro a mi modo, a mi aire, buscando luz en las tardes mas tristes o intentando llenar la realidad de quimeras dulces. Y así ha sido siempre: cuando aún no tenía edad para andar, ya corría en mis pensamientos, cuando aún no sabía utilizar el bolígrafo, me imaginaba escribiendo historias, cuando soplaba mis 10 primeras velas, creía ver el doble y con un novio al lado; cuando no podía votar, me imaginaba luchando por libertades.  
    Soñando siempre con lo que llegará. Soñando siempre con lo que podrìa ser o con lo que nunca fué.
    Y me ví, con 20, con 30, incluso con 40 años: recibiendo premios, hablando por la radio o teniendo hijos. Todo me imaginé, todo dibujé en mi mente...menos tener, cincuenta años. No estaba en mi pensamiento, era algo que nunca me planteé, estaba tan lejos….quizá, es que no iba a pasar nada o no valdría la pena.
     Pero sí, llegué a los cincuenta, sin darme cuenta, pero llegué  y ¿qué ha pasado en realidad? ¿Cómo he llegado hasta aquí?  No sé que ha sucedido, lo último que recuerdo con claridad, es que era una chica joven, con un trabajo fantástico, con unos hijos pequeños, que devoraban el tiempo libre que tenía, que no sabía lo que era ver la tele o ir de compras  porque no tenía horas suficientes  pero que daba igual, porque todo se podía conseguir, incluso estar perfecta con cualquier vaquero y maquillada en un trayecto de taxi y  aún con fuerzas para pasar la aspiradora a las dos de la madrugada….iba todo tan rápido y tan perfectamente unido a lo soñado que de  repente, como cualquier despertar, aquella chica, se convirtió en una señora con hijos trabajando e independientes, con todo el tiempo del mundo para ir de compras o  al  gimnasio y  sobretodo para pasear por la casa vacía. ¿Qué sucedió? Que cumplí cincuenta.
     Ya no es necesario imaginar lo que será, porque está delante de nosotros, porque  el futuro, es el mismo hoy y porque imaginarte mas alta, es tontería, y  aunque ya no me balanceo en estrellas, me sigue gustando verlas, porque los 50 también llegan, también existen y también son para soñar

¿Quién es UNA DE 50?

     UNA DE 50 eres probablemente tú, o yo, pero como tú o como yo, UNA DE  50   no pretende nada, no busca nada, porque entre otras cosas lleva mucho tiempo luchando y topándose con la vida y puede que ahora sólo quiera continuar haciéndolo con las mismas ganas, el mismo ímpetu que cuando creía que todo era muy sencillo...  como mucho, ahora, no le importaría ser un pequeño altavoz de aquella mujer que ya ha entrado o le queda muy poco, para llegar a la década de los cincuenta.
     Y ¿por qué? Por nada en especial y por todo. Somos muchas y muy diferentes: de pueblo o de ciudad, con estudios o sin ellos, casadas o solteras, altas y bajas,  tontas y listas…como todas, como las de veinte o las de treinta, pero….¿sabes? no hay una canción que hable de la de 50, tampoco hay un poema, un programa de tv o un anuncio  que hable de nosotras, bueno alguno hay, pero mejor, olvidarlo.
     Pasamos de ser la cuarentona, mas o menos de buen ver,  profesional, con la vida estructurada, con hijos o sin ellos, sola o con pareja……a la señora mayor, mayor….a la abuela, sin más….sin intermedio y sin anestesia
     ¿ y nosotras? ¿y las de cincuenta?

     Dicen que somos invisibles (al que se le ocurrió, deberían borrarle), dicen que somos inclasificables, porque no tienen ni idea, de cómo tratarnos...... dicen, dicen, dicen……pues ahora diremos, nosotras solitas, lo que queremos, lo que deseamos, lo que necesitamos… y podemos hacerlo a través de  UNA DE 50… porque cada una de nosotras es única¡¡¡ .....igual que las de veinte, pero con mas años

     Este blog está abierto a cualquiera de vosotras y vosotros que quiera opinar, escribir, contar, todo aquello que pasa, cuando cumples una cierta edad y te encuentras, sin saber como ha pasado, siendo... UNA DE 50

domingo, 8 de abril de 2012

Todos podemos ser 'Una de 50', y para ello hemos creado este espacio en el que podrás colaborar con tus textos, sugerencias y opinones.
Estás leyendo 'Galeria de Miradas', la sección en la que podéis encontrar los retratos de otras mujeres.