martes, 11 de diciembre de 2012

Número Privado

     Otra vez suena el teléfono. La misma llamada. Número oculto. Número privado. Número desconocido. Marisa sabe muy bien quién llama.
     No les conoce pero sí sabe lo que le van a decir con voz cantarina y amistosa: Buenos dias, somos del Banco, queríamos recordarle que tiene un descubierto de 850 euros y queriamos saber y concretar la fecha de cuándo va a pasar por su sucursal para regularizar su sitiación. Gracias.
     Se lo sabe de memoria. Lleva un mes escuchando parecidas frases, unas veces en un tono amable y otras mas exigente. Cada semana, casi, cada día, incluidas las aburridas y solitarias tardes del sábado. Y ya no quiere más, ya no puede oirlo otra vez, no le quedan palabras de disculpas que dar, a alguien que no conoce y a quién  su problema no le importa nada.
     La primera vez se enfadó porque si no le habian pasado su nómina, ella qué podía hacer, además el Banco ya le había cobrado el recibo de reclamación, luego llegarian cuatro más, en total cien euros que sumar a la deuda y ¿qué quieren más de ella? No tiene a nadie a quién acudir. Su hermano, lejos, en Canadá, con sus hijos, sus nietos y feliz y su madre, la pobre, creyendo que su hija, aunque soltera, está bien, tranquila, con su trabajito en la mercería. No saben que lleva meses sin cobrar, uno porque está a miles de kilometros de distancia y la otra porque está cerca, demasiado cerca. Además, a su madre no le puede pedir dinero porque su pensión de viuda es baja y encima, le daría un disgusto.
     Marisa se aguanta por vergüenza, por su madre, por su jefa que parece que la aprecia y porque todos dicen lo mismo, que esto está muy mal, que los jóvenes por jovenes y los mayores por mayores, que no hay trabajo y piensa que para ella menos.
     Treinta años en la mercería del barrio y siempre estuvo contenta de trabajar en La Progresiva. Conoce todo lo que hay que saber de puntillas, hilos, medias y bodoques, ha vendido kilometros de cintas y lazos pero ahora, no entra nadie. Y su jefa llora, no paga y dice que cierra. Y Marisa no lo puede creer, no lo quiere creer ¿quién la va a contratar a ella? ¿qué va hacer? Aunque a veces casí prefiere que se cierre, que se termine todo y así cobrar algo, por lo menos el paro y el Banco dejaría de llamarla a las nueve de la mañana, cada lunes, cada día, cada semana, para recordarle que vaya a su sucursal a pagar lo que debe, lo que no tiene.
     Vuelve a sonar el teléfono. Número oculto. Son ellos. Si no descuelga, volverán a insitir una y otra vez y si se arma de valentía y contesta ¿qué les dice? ¿qué su jefa no le ha ingresado tampoco este mes la nómina? y a ellos, qué les importa.
     Se decide, descuelga: sí, ya, pero es que no puedo solucionarlo de momento. No tengo. Más me gustaría a mí arreglarlo.¿ Por qué no me comprenden?. ¿Por qué no me dejan de llamar? ¿No hay otros que deben más?. Ya sé que están haciendo su trabajo pero yo también, y no cobro y de verdad que no tengo.
     Cuelga, llora, suspira, intenta recomponerse y piensa que tiene otra semana de margen. Lo mismo, su jefa le paga algo y por fin puede acercarse a su sucursal y dejar de mirar con miedo la pantalla del teléfono por si aparece el  número privado. El oculto. El incansable.
     Y descansar.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Pon un despropósito en tu vida

     La noche confude a muchos pero nunca creí que a estas alturas, me iba a influir a mí.
     Por una serie de circunstancias totalmente caóticas, la otra noche, me encontré en un local de copas de lo mas moderno, con mis amigas mas reinas, con mi marido, mi hijo y con mi primo pequeño ¡todo un despropósito¡
     Y digo despropósito porque si sales a cenar con tus amigas solteras, jóvenes y profesionales estrella...sales a cenar y no te apuntas a las copas en el sitio mas moderno de Madrid donde ellas se mueven como se tienen que mover y no como una de 50 que lleva unos tacones altísimos que para estar sentada (esa era la primera idea), fantástico pero para abrirte paso entre danzantes desenfrenados pues es un horror. Problema mínimo si no se lleva además, abrigón, bufanda extra larga y bolso de tamaño natural. Amén de un vestidito del siglo pasado que te has puesto simplemente para probar como te queda..
     De esa guisa me encontré en el garito. Las prendas de abrigo colgadas en el brazo izquierdo ocupando media pista de baile y en el derecho el bolsón y un vaso en mi mano, peligrosamente oscilante porque me empeñé en hacer lo que todos: moverme. Moverme pero muy mal. Me debatía en la duda entre si tenía que agitar suavemente la cabeza y el cuello al compás de la música, mi brazo con la copa de arriba abajo o el pie dolorido. Y yo, como soy muy mía, opté por hacerlo todo a la vez. No quiero pensar el resultado pero si contar que en ese  imcomparable momento que acabo de relatar y rodeada de diosas de la televisión que a su vez estaban rodeadas de babeantes hombres, apareció mi marido.
     En alguna etapa de nuestra vida él ha sido mi tabla de salvación pero en aquel instante lo fue más aún porque ¡era uno de los mios¡. Es decir ahora era él, el mas mayor del local y además, llevaba chaqueta y ¡abrigón¡
     Fueron instantes de inmensa gratitud discotequera que duraron poco porque como una visión alucinógena, aparecieron mi hijo y mi primo, son de la misma edad, trabajan juntos y querían tomar una copa con sus compañeros y allí estaban y nos presentaron a todos. No quiero pensar tampoco, los comentarios al dia siguiente en torno a la máquina del café.
     Desde la foto de la boda creo no recordar una tan bonita estampa nuestra, con pose de enrollados, con cara de  mucho mundo vivido pero con los abrigos, las bufandas, el bolso, los vasos que cada vez son mas grandes, un calor sofocante y trescientas personas rodeándonos, pero, nosotros, nos sentíamos en perfecta armonia. Un despróposito.
     Nos fuimos en el instante que un graciosillo le preguntó a mi hijo que cómo se sentía estando de copas con su padre, a lo que él apostilló: "y con mi madre"
     No quisimos escuchar más. Somos una familia en la que cada uno debe saber cuándo estar, cuándo llegar y cuándo marcharse. Ese era el momento.
     Salimos del local liberados y con una alegría tonta por el cuerpo por estar tan en la onda, cuando un hombretón con poderío salió corriendo detrás de nosotros. Era el dueño del garito. Yo pensé rápidamente que nos iba a recomendar que por favor nos abstuvieramos de volver porque desentonábamos notablemente, con la estética del local, pero no, lo que quería era agradecernos, no que nos marcháramos, que podía ser perfectamente, sino el haberle ayudado cuando era becario. Nos quedamos impertérritos y estupefactos.       
     No teniamos ni idea quién podía ser. Después del reconocimiento por parte de él y el desconocimiento por parte nuestra que en vez de un jovencito nos encontrábamos ante todo un señor ejecutivo, nos despedimos dándoles las gracias, también.
     Nos montamos en el coche por fin, nos miramos y muertos de risa, dijimos: qué mayores somos, qué noche de despropósitos, pero ¡qué divertido¡
    

lunes, 3 de diciembre de 2012

Mañana será diferente

   Hay dias que es muy duro ser Una de 50.  Porque te das cuenta que no tienes ni las mismas fuerzas, ni las mismas ganas. Porque no te salen las cosas como soñaste. Porque intentas reinventar la realidad y te salen garabatos. Porque ya no tienes mas indignación que sacar cuando ves  políticos estafadores,  yernos trincones, ex Presidentes de la Patronal detenidos y sinverguenzas sin limite a los que encima te estás acostumbrando a ver, sin que se te revuelvan las tripas y sin salir a la calle para encontrar la arena de la playa.
   Hay dias en los que ya no tienes la llave para solucionarle los problemas a nadie y menos a los que quieres. Porque hay dias en que todo se congela y en que no sirve ni llorar, ni siquiera decir una palabra.  Porque hay dias que llorar es un lujo.
   Hay dias que solo quieres pensar que otros consiguen sus sueños, que creen que esto se arregla y que ellos, lo van a conseguir. Porque hay dias que no quieres que existan ni en el calendario, ni en tu mente, ni en tu vida. Porque hay dias que es mejor callar y marcharte. Porque hay dias en que sientes que se te van los dias.
   Y pese a todo, hay quién aún espera que soluciones, vivas, sientas y tengas ganas. Y las tienes. Porque hay que hacerlo, porque es lo que esperan de tí, de Una de 50. Y lo haces y te vas a la cama temprano para dormir, para despertar pronto y empezar una nueva mañana como eras, como creen que aún eres. Porque todavía piensas que será diferente y que en una décima de segundo todo puede cambiar. Porque ni la crisis, ni los despidos, ni el dolor van a poder contigo. Como no pudieron nunca, como no podrán mañana.