jueves, 26 de abril de 2012

Todos, una década menos

     Estoy pero que muy hartita. Muy harta de que nos traten por sistema como si fuéramos tontas o mucho peor, lerdas e ignorantes. No voy hablar de política, ni de la Monarquía, que podría, ni del trabajo, ni de fútbol que sería lo propio. No, es algo mucho más frívolo pero que de igual manera me tiene bastante cansada. ¿Alguien se puede creer que por utilizar una crema, vas a parecer diez años mas joven? Nadie. Los publicistas, sí. Los creativos de una marca, la cual no quiero recordar y voy a obviar por mucho tiempo: sí lo creen y lo colocan como eslogan en el anuncio y se quedan como si nada.”Te hace parecer 10 años más joven”, así sin anestesia, en plena sobremesa y quién te lo dice, tiene exactamente 23 años, que si se quitara la susodicha década, la veíamos con acné.
      Lo de sancionar la publicidad engañosa es algo a descubrir porque generalmente se desconoce a quién, cuándo y cómo se ha hecho. No quiero ni pensar, aunque en algunos casos trascienda, qué habrán llegado a decir para que les multen.
      Las personas normales no nos creemos esas patrañas, sólo nos cansa. Hasta nos puede llegar a resultar gracioso que anuncie un anticelulítico, una señora estupendísima que además diga que lo necesita y que le ha hecho efecto en un mes. Y existe otra razón evidente, no necesitamos que nos digan que una crema nos rejuvenece tanto porque nosotros solitos ya nos creemos diez años mas jóvenes. Es algo que pasa en esta época, nunca antes sucedió, entre otras cosas porque todo el mundo quería parecer adulto, mas sabio, ahora no, nos creemos mas jóvenes y lo peor es que nos comportamos como si lo fuéramos. Está comprobado, los de 50 actúan  como si tuvieran 40, los de cuarenta como si fueran treintañeros y los de esa edad como si estuvieran en la década de los veinte y los de esa edad, mejor no hablar, porque la larga adolescencia está en la mente de todos. Si aún quedan dudas, únicamente hay que recordar cuantas veces hemos oído, a una pareja metida en los treinta decir que aún no es el momento, que no se sienten maduros para tener un hijo. Mi madre lo tuvo a esa edad y pensaba que ya era mayor. Hablando de maternidad y su tiempo, una famosa presentadora cercana a la cincuentena va a tener un hijo y parece lo normal, lo lógico. Que puede que lo sea, yo ni opino, ni digo que esté mal, sólo lo cuento.
     Volviendo al tema, que sí, que ahora  todos vestimos, sentimos y hacemos cómo si tuviéramos diez años menos, incluso mi madre que también se ha contagiado del retroceso y ha dado el salto generacional, hace todo lo que haría antes, una de sesenta. Y para certificar por completo, sólo hay que mirar fotos de nuestros padres a nuestra edad.¿somos o no somos sus hermanos pequeños?
     Para terminar, una súplica: Por favor no mas anuncios de los que nos rejuvenecen tanto porque entre esas cremitas y lo que ya pensamos nosotros, nos vamos a quedar en ná


martes, 24 de abril de 2012

El agua purifica y el acuagym, también


     Hay comportamientos humanos que cuando se ven desde lejos, no se entienden y pueden llegar a resultar chocantes. El acuagym, es uno de ellos.
     Señoras en su mayoría,  dando saltos, corriendo o bailando dentro de una piscina, con tobilleras de espuma,  mancuernas de goma, cilindros, balones y aditamentos varios, si no eres  Gemma Mengual, queda un poco complicado de ver, pero merece la pena y no sólo porque hacer ejercicio es bueno, sino porque la terapia que se realiza es mucho mejor.
     El acuagym es en primer lugar una cura de humildad y de vanidad. Prueben a colocarse un bañador de competición y un gorro de los que te exigen en las piscinas: de un plumazo has perdido tu identidad y no te queda ni rastro de vanidad, ni coquetería. No se puede estar menos atractiva. Si a ello le unes que tienes que desnudarte, colocarte el bañador, ducharte y volverte a vestir, con los calores y vapores de los vestuarios, delante de otras veinte mujeres, no tienes ya nada que ocultar en la vida. Pero no sólo por fuera, es ahí cuando comienza el ejercicio que parece complicado de realizar, de fuera a dentro. Por fuera, estás como estás y sin remedio y lo de dentro, lo que te preocupa o lo que quieres compartir, lo muestras con toda la naturalidad del mundo, como ya has hecho con tu cuerpo.
     No sé cómo se produce la catarsis pero las que allí vamos, en tan corto periodo de tiempo, somos capaces de alegrarnos porque una encuentra trabajo, solidarizarnos con la mala racha de la otra, unirnos al sobresalto del hijo que quiere dejar de estudiar o el que se divorcia, sufrir por la hermana enferma, molestarnos con el marido quisquilloso, dar consejos y recibirlos con la misma franqueza y rapidez, como damos y recibimos la receta de la tarta de queso. Hablamos, escuchamos y sentimos, en tan sólo unos minutos, más que a lo largo del día, más que con los que tenemos cerca. Es como si ya tuviéramos preparado lo que vamos a decir, lo que vamos a confesar, lo que tenemos que digerir. Y lo hacemos. Y en una hora, listas, como nuevas. Nos hemos desahogado, hemos escuchado  o compartido sin alharacas, ni sicólogos, ni siquiera con la necesidad de la amistad íntima. Un torbellino de sentimientos , se enredan, se entremezclan en la clase y  parece como si nuestros problemas del día se fueran diluyendo por el desagüe de la piscina. Volveremos el próximo día, lo necesitamos.
     Y es que está demostrado que el agua y el acuagym purifican.
    

   


martes, 17 de abril de 2012

Yo soy una más

     La llamada de teléfono, no fue para decirme que quedábamos o para preguntarme cómo estaba, la llamada de hoy era para contarme que la acababan de despedir, así, sin avisar. A las diez de la mañana le han pedido que recoja sus pertenencias  y que se marche. Con sus papeles, se llevaba  también, 20 años de trabajo y una nueva cicatriz. Ha dado igual su esfuerzo o su poco sueldo porque entre otras cosas, ahora le pasa a muchos, es una más.
     Es una más, sí, pero no todos tienen cincuenta y cinco años.
     Detrás de cada número en el registro del paro, hay una historia, ya lo sabemos, pero si eres  mujer y tienes más de cincuenta, puede ser drámatica. Hay quien llega a decir que te olvides de volver a trabajar y lo peor es que en algún segundo perdido y triste, tú misma crees que va a ser así. Una y otra vez te repites lo de, si no encuentran hueco, los de treinta, cómo me van a llamar a mí. Es lo que me ha dicho ella, pues, amiga mía,  por la misma razón que el resto, porque tienes ganas de seguir trabajando, porque tienes experiencia y ahora es cuando puedes aprovecharte,  porque no quieres quedarte en casa cuando no lo has hecho nunca, porque te gusta tu trabajo  y porque necesitas el dinero. Tienes las mismas razones que cualquiera. Ya sé que  parece que nosotras tenemos que dar un paso atrás para dejar vía libre,  por un lado a los jóvenes y por otro a los que son como nosotras porque algo tendrán que hacer. Ellos sienten y hacen lo mismo que nosotras. Desesperarnos.
     Ahora que ningún jefe nos pregunta si vamos a tener mas hijos, ahora que es imposible que nos despidan por quedarnos embarazadas, ahora que no pueden decir que nos roba el tiempo, el catarro del niño, ahora que podemos, queremos y lo necesitamos, tenemos que dar un paso atrás porque les toca a otros. No. Ahora, también nos toca a nosotras. Es muy difícil  encontrar trabajo, ya lo sabemos, pero me niego a que me descarten por tener más de 50, entre otras cosas porque se supone que me quedan muchos años hasta que me jubile y hasta entonces quiero vivir como todos y por favor, no me vuelva a repetir que yo ya no voy a trabajar, que es misión casi imposible, no me quite la esperanza, no me quite la ilusión.
     Si nos peleamos con el jefe aquél de la minifalda, si protestamos para que se alargara el permiso de maternidad, si ocultamos nuestro embarazo para no perder el trabajo, si peleamos para que nos pagaran igual que a ellos, ahora, amiga, vamos a ponernos de igual forma en primera línea para pedir un puesto de trabajo, como el de todos, como el que necesitamos, como el primero o como el último, me da igual, pero yo lo pido y tú, también, por lo que trabajamos y por lo que somos, una de cincuenta.  




domingo, 15 de abril de 2012

Gracias, reinas

     Tengo la gran suerte de rodearme de mucha gente con la que compartir mi mundo y de tener amigos de todas las edades y condición que me hacen la vida agradable pero son mis amigas las que dicen mucho de mí y a las que tendré que presentar en este escenario.
      Poder reunirme  una vez a la semana y hablar sin corsés, es una terapia que me ha hecho librarme de algunos malos momentos y desde luego compartir, los muy buenos. La otra noche, la cita era con las más jóvenes, jóvenes  porque llevan menos años en esto del periodismo que las veteranas, a las que ya conocerás y también  porque algunas  tienen la edad de mis hijos. Me siento bien con ellas  y cuando me aceptan, supongo que ellas también conmigo.
     La reunión con las reinas, que así se hacen llamar, me renueva, de la misma manera  que cuando voy a la universidad a dar clase. Hablan de cosas y sentimientos que yo había olvidado, proponen ideas que oí quizás hace mucho, pero que se perdieron gracias a la realidad o a la vulgaridad  y me hacen ver colores que ya creía no existían, como la otra noche, que después de hablar de jefes mediocres y grises, de despidos sangrantes, de envidias incontroladas, una de ellas, dijo la frase que cambió el rumbo de la noche: “Me caso” y todo fue ya, gritos, besos y quitarnos la palabra las una a las otras, con nombres de fotógrafos, iglesias, vestidos y no sé cuantas cosas más. Lo viví con la misma ilusión que lo hacían ellas y eso que he visto tantas bodas y divorcios que sólo el pensarlo amargaría al más optimista, pero no, la otra noche, me contagié de sus ganas, de su iniciarse en un mundo que yo ya tengo bien sabido y de vivir el amor en sus primeros momentos cuando una segunda reina se arrancó y empezó a contarnos  cómo estaba hilvanando el principio de una historia. Con ella pude sentir las dichosas y cursis,  mariposas en el estómago, el no saber qué decir ni dónde mirar, el sentirse feliz sin razón.
     No es la única vez que me he contagiado de sus peripecias, en otra ocasión, muy divertida, me sorprendí hablando del arte de ligar, cuando yo no ligo desde el año 80 y la otra noche, el hechizo con la máquina del tiempo,como protagonista, volvió a repetirse.
     Ellas me hacen sentir, como fuí y de vez en cuando, me gusta.


miércoles, 11 de abril de 2012

Ana

     Ana ha llamado y  ha dicho que ahora, por fin, es feliz.
     Ana tiene muchos amigos que creyeron que ya lo era  porque pensaron que no se podía pedir más a la vida. Incluso cuando las cosas no le iban del todo bien, dieron por sentado que había asumido ese revés  y que continuaba disfrutando del momento que le había tocado porque se le suponía valentía, arrojo y una inconsciencia, rayando la estupidez que primero le hizo mucha gracia a su papá y luego a su marido.
     Ana era feliz porque los demás lo decidieron. Nadie le preguntó.
     Cuando se marchó, cuando huyó, nadie comprendía nada y todo era difícil de encajar. No podían asumir que dejara un hombre cabal, una casa y sobre todo a unas hijas. Nadie lo entendió. Sus amigas no lograban descifrar su marcha, repitiéndose, las unas a las otras que desde pequeña, todo le fue bien.
      Ana dio un portazo, el único de su vida, que retumbó en su conciencia y en las casas de los demás.
      Ana se fue. Sin explicaciones. Simplemente, se cansó.
      Llevaba cincuenta años siendo perfecta para todos, menos para ella. Se hartó de decir que sí a cualquier requerimiento, a cualquier deseo de los demás. Se agotaron sus ganas de complacer a un entorno egoísta que pedía y exigía. Todos eran mayores, no necesitaban su ayuda. Ella podía elegir y eligió marcharse, vivir sola, olvidarse de todos y que la olvidaran, les dio permiso para que borraran su nombre de las agendas.
      Aquiló un apartamento muy lejos de su mundo y esperó a que la quisieran, esperó a que la echaran de menos. Allí está, soñando que le devuelven lo que dio gratis.
     Está sola, pero ayer llamó y dijo que era feliz






martes, 10 de abril de 2012

Todo puede ser una aventura

     Hoy me sentí con ganas, con fuerza y me fui de compras. Me sentía feliz, no sé muy bien por qué, sabiendo de antemano a que me exponía. En primer lugar hay que elegir la tienda, que no es tarea fácil, porque se puede ir a la que va tu hija o a la que va tu madre, porque intermedias no hay, y si las hay son carísimas. En esa tesitura, como es lógico, opté por la primera.
     Entré eufórica, casi danzando, más que nada porque desde la puerta ya se escucha la música y la canción que se oía, me sonaba y mucho y es que era la misma que bailaba yo en el 83, pero ahora, mucho más larga y mas cansina. Y entre el volumen y las luces de la tienda, me hubiera lanzado pero estoy desentrenada y no era plan y creo que nadie me hubiera comprendido.
     Con esta alegría inconsciente, escogí un pantalón de mi talla, una blusa de mi talla y un vestido de mi talla, creo.
     Me encaminé al probador y ahí empezó  el miedo, el nerviosismo, los sudores y todo por los probadores, esos lugares. Primero la chica que te atiende escondida en  un cerro de ropa, te mira y te dice ¿cuántas? Tú le contestas que tres, y te da un cartelón con el número de prendas que parece que vas a poner en subasta una casa.Y con él, entre la axila y las perchas, te introduces y nunca mejor dicho, en el probador, que precisamente es de tu mismo tamaño, puede que, un poco más alto pero igual, eso, sin estirar los brazos, ni llevar un abrigo aparatoso.
     Al llegar a tan siniestro lugar, la odisea continua cuando recorres la cortina, porque no hay puerta y colocas las cosas, a tu alrededor, si puedes, porque no hay taburete, no hay colgadores, no hay nada más que un espejo inmenso que te hace inmensa y comienza la desesperación con el abrigo tirado en el suelo, el bolso, las perchas y teniendo que desvestirte sin que todo el público presente, al otro lado de la cortina, te vea. Pero lo consigues, no sé cómo, pero se consigue. Primero los pantalones, que no te llegan a la cintura, porque son así, es la moda, llegan a la cadera o menos, o mucho menos y además son estrechísimos, como unas medias. Luego te colocas la blusa, preciosa y transparente, mi madre hubiera creído que era lencería fina. Lo más triste es que aún siendo todo modernísimo, monísimo y de mi talla…. se me veía rara.
      Con el vestido fue peor, era casi de mi tamaño, como el probador, pero tan corto, que sólo recordaba haberme puesto uno parecido, cuando tenía exactamente seis años.Y empecé a no sentirme tan eufórica como entré y eso que logré quitármelo, sin sacar los brazos, fuera del vestidor y sin atizarle a quien pasara por allí. Y el espejo amenazante,seguía ahí, reflejando una imagen distorsionada de mí, diferente a como soy
        Y la escena final se precipita: el bolso en el cuello, las perchas en el brazo izquierdo, el abrigo en el derecho, abres el cortinón con los dientes y sales bufando y entregas el tarjetón del tamaño de un niño de comunión, a la dependienta que ni te mira, cosa que agradeces, y te vas, muy digna pero sin comprar. Porque ya no es fácil comprar.Porque ya no es fácil vestirse.
       Y sales de allí, prometiéndote que no volverás a un lugar tan moderno, tan sonoro, tan joven y tan pequeño.
      La próxima vez, o te vas a la tienda donde compra tu madre o te lo llevas a casa, como la Preysler, que eso dicen que hace y por eso le está todo bien, porque la ropa se la prueba en casa, si no, de qué¡¡¡   



lunes, 9 de abril de 2012

¿Cómo he llegado aquí?

     Siempre me ha gustado soñar, soñar con lo que pasará, aventurarme en el futuro a mi modo, a mi aire, buscando luz en las tardes mas tristes o intentando llenar la realidad de quimeras dulces. Y así ha sido siempre: cuando aún no tenía edad para andar, ya corría en mis pensamientos, cuando aún no sabía utilizar el bolígrafo, me imaginaba escribiendo historias, cuando soplaba mis 10 primeras velas, creía ver el doble y con un novio al lado; cuando no podía votar, me imaginaba luchando por libertades.  
    Soñando siempre con lo que llegará. Soñando siempre con lo que podrìa ser o con lo que nunca fué.
    Y me ví, con 20, con 30, incluso con 40 años: recibiendo premios, hablando por la radio o teniendo hijos. Todo me imaginé, todo dibujé en mi mente...menos tener, cincuenta años. No estaba en mi pensamiento, era algo que nunca me planteé, estaba tan lejos….quizá, es que no iba a pasar nada o no valdría la pena.
     Pero sí, llegué a los cincuenta, sin darme cuenta, pero llegué  y ¿qué ha pasado en realidad? ¿Cómo he llegado hasta aquí?  No sé que ha sucedido, lo último que recuerdo con claridad, es que era una chica joven, con un trabajo fantástico, con unos hijos pequeños, que devoraban el tiempo libre que tenía, que no sabía lo que era ver la tele o ir de compras  porque no tenía horas suficientes  pero que daba igual, porque todo se podía conseguir, incluso estar perfecta con cualquier vaquero y maquillada en un trayecto de taxi y  aún con fuerzas para pasar la aspiradora a las dos de la madrugada….iba todo tan rápido y tan perfectamente unido a lo soñado que de  repente, como cualquier despertar, aquella chica, se convirtió en una señora con hijos trabajando e independientes, con todo el tiempo del mundo para ir de compras o  al  gimnasio y  sobretodo para pasear por la casa vacía. ¿Qué sucedió? Que cumplí cincuenta.
     Ya no es necesario imaginar lo que será, porque está delante de nosotros, porque  el futuro, es el mismo hoy y porque imaginarte mas alta, es tontería, y  aunque ya no me balanceo en estrellas, me sigue gustando verlas, porque los 50 también llegan, también existen y también son para soñar

¿Quién es UNA DE 50?

     UNA DE 50 eres probablemente tú, o yo, pero como tú o como yo, UNA DE  50   no pretende nada, no busca nada, porque entre otras cosas lleva mucho tiempo luchando y topándose con la vida y puede que ahora sólo quiera continuar haciéndolo con las mismas ganas, el mismo ímpetu que cuando creía que todo era muy sencillo...  como mucho, ahora, no le importaría ser un pequeño altavoz de aquella mujer que ya ha entrado o le queda muy poco, para llegar a la década de los cincuenta.
     Y ¿por qué? Por nada en especial y por todo. Somos muchas y muy diferentes: de pueblo o de ciudad, con estudios o sin ellos, casadas o solteras, altas y bajas,  tontas y listas…como todas, como las de veinte o las de treinta, pero….¿sabes? no hay una canción que hable de la de 50, tampoco hay un poema, un programa de tv o un anuncio  que hable de nosotras, bueno alguno hay, pero mejor, olvidarlo.
     Pasamos de ser la cuarentona, mas o menos de buen ver,  profesional, con la vida estructurada, con hijos o sin ellos, sola o con pareja……a la señora mayor, mayor….a la abuela, sin más….sin intermedio y sin anestesia
     ¿ y nosotras? ¿y las de cincuenta?

     Dicen que somos invisibles (al que se le ocurrió, deberían borrarle), dicen que somos inclasificables, porque no tienen ni idea, de cómo tratarnos...... dicen, dicen, dicen……pues ahora diremos, nosotras solitas, lo que queremos, lo que deseamos, lo que necesitamos… y podemos hacerlo a través de  UNA DE 50… porque cada una de nosotras es única¡¡¡ .....igual que las de veinte, pero con mas años

     Este blog está abierto a cualquiera de vosotras y vosotros que quiera opinar, escribir, contar, todo aquello que pasa, cuando cumples una cierta edad y te encuentras, sin saber como ha pasado, siendo... UNA DE 50

domingo, 8 de abril de 2012

Todos podemos ser 'Una de 50', y para ello hemos creado este espacio en el que podrás colaborar con tus textos, sugerencias y opinones.
Estás leyendo 'Galeria de Miradas', la sección en la que podéis encontrar los retratos de otras mujeres.