jueves, 31 de mayo de 2012

Bodas de Plata

     Mira a través de la ventanilla del metro-tren que la lleva a su casa. Piensa lo distinta que es su vida a la de su hermana. Son gemelas, son iguales pero con diferentes vivencias, diferentes sensaciones  y diferente futuro. De pequeñas eran dos gotas de agua que reían, hablaban sin parar  y hacían felices a sus padres. Ahora sólo su hermana tiene capacidad para reír y crear un buen ambiente a su alrededor. Ella sólo disimula y sufre.
     Las dos se casaron el mismo año, no el mismo día porque hubiera sido una horterada, como dijo su marido, aunque a su hermana le parecía divertido, estaba tan contenta con la boda. Ella, no tanto. Aún no sabe porque no dio marcha atrás en el último momento. Sus padres la hubieran entendido. O puede que no. Nadie entiende que por un grito tonto y un empujón, se anule una boda y menos con un arquitecto. Su hermana en cambio, se casaba con un fontanero. Su cuñado era y es un pedazo de pan y el único hombre con el que se puede hablar, el que sabe que la ayudaría, si lo necesitara. Es bueno, fontanero, pero bueno  
     Vuelve la cara hacia el cristal donde comienzan a reflejarse las luces de las casas que se ven a lo lejos y le empieza a entrar miedo y esa angustia con la que se levanta todos los días desde hace veinticinco años. Sabe que cuando llegue la recibirán con un escueto, “ya vienes contenta, ya has estado con tu familia” y después, con suerte, silencio. Es sábado y las chicas han salido y él se irá rápido a su partida de mús. Ella quiere que se vaya pronto y que llegue tarde. Como su tren, como su pena. Muchas veces, como ahora, piensa que puede que no sea para tanto, que él nunca le ha dado palizas, sólo alguna torta y que casi lo prefiere a cuando le habla bajito, muy cerca de su cara, agarrándola de los hombros, susurrando, escupiéndole  que le pone nervioso, que es una inútil, que sin él sería una peluquera de mierda y tantas cosas que ya ni recuerda. Eso ya no le importa. Lo de su hija es peor.
     Nadie la creería cuando contara lo que es realmente su vida, ¿cómo van a creer que su marido, tan educado, tan señor, se comporta así con ella? ¿y su hija? ¿alguién sensato se va a creer que la niña estudiosa y educada, la desprecia tanto? Él ha conseguido lo que quería, anularla, dominarla y ha hecho que las niñas la vean como si no existiera, como si no valiera nada o como si estuviera loca. Todos piensan que son una familia fantástica, que ella ha tenido mucha suerte pero que con el paso de los años ha perdido alegría y que se ha convertido en una mujer taciturna, triste, seria, demasiado seria.
     Nadie le pregunta. Su gemela a veces, la mira al fondo de sus ojos y parece que lo sabe o eso quiere creer. Ya nadie se extraña que él nunca la acompañe en las pocas ocasiones que va a visitar a su hermana y nadie sabe que es cuando tiene tiempo para respirar y aunque pase horas en el camino, le da igual porque parece que le gana la partida a él que la quiso alejar de todos y poner kilómetros de distancia.
     Una voz cantarina anuncia que llega su parada, su calvario, su vida, su realidad  y además tendrá que inventarse la forma de no organizar las bodas de plata. Hoy su gemela le ha vuelto a insistir en que quiere celebrar los 25 años con una gran fiesta y las dos juntas y le ha dicho que ya sabe que su marido ha accedido, lo que ni se imagina es como se lo dijo a ella, bajito, en su nuca, escupiendo las mismas palabras: lo hago para que no te quejes, para que veas lo bueno que soy y lo mierda que eres tú.
     Su hija le ha dicho que es una horterada, como ella y su tía. Y no quiere celebrar ningún aniversario y no quiere y no puede.
     Le gustaría quedarse en el tren.



jueves, 24 de mayo de 2012

Buenas noches, María

     María no tiene cincuenta, sus hijas sí. María nació antes de la guerra y la sufrió. María sabe lo que es pasar hambre de pan y de letras. María siempre ha sabido sacar lo bueno de las cosas. María ha querido mucho y la quieren mucho.
     En un pueblo blanco se curtió de vida y Madrid le dio tranquilidad y progreso. Trabajo, ahorro, trabajo, amor, trabajo, para que los niños estudien, para que sean algo. Y lo fueron. Tuvo una buena casa y unos buenos hijos y entre alegrías y alguna pena fue viviendo. Siempre acompañada de su amor. Ella se casó joven, antes, tenía que haber sido, le decía él. Mas años para disfrutar juntos, mas años para restar los que el destino les robó.
     El se fue después de tanta lucha, cuando todo iba muy bien y ella se quedó sola, como tantas. Otras se encierran, se olvidan del mundo, se quedan en el pasado. María sacudiéndose las lágrimas, por dentro y por fuera, un día cogió el bolso, salió a la calle y pensó que todo tenía que continuar, aunque fuera sin él, aunque fuera tan amargo. La vida es así, se dijo y abrió la puerta del Centro de Mayores, con las mismas ganas con las que desde niña, se enfrentó a cualquier problema. Ella siempre quiso saber y ahora podía. Ese era su sitio y su momento. Aprendió informática. Escribo muy mal, advierte, pero con el ordenador no se nota, aclara a todos.
     Un cumpleaños, sus hijos le regalaron un ordenador y ahora la pantalla de su portátil se ilumina cada noche para ver las fotos de sus nietos, conectarse a Facebook o escribir correos, el corrector me ayuda mucho, repite. A través de ese aparato que nunca pensó pudiera cambiar tanto su día a día, lee todo lo que no leyó, lo que le quitaron porque a ella no le tocaba. Ahora sí.
     Cada noche lee un poquito de este blog. Muy pocos de los que entran aquí, analizan, saborean  y se merecen tanto estas líneas como María, por lo que a ella le ha costado llegar a conectarse a la red, por su esfuerzo y porque muchas de nosotras caminamos con el portátil debajo del brazo, pisando fuerte en oficinas, universidades o por cualquier acera, gracias a mujeres como ella que no estudiaron pero que nos hicieron estudiar y que soñaron su vida a través de la nuestra. Por eso y por cien mil cosas más, hoy tengo que decirte, a ti únicamente, Buenas noches, María
 


martes, 22 de mayo de 2012

El cambio ha llegado

     ¿Cómo me visto? ¿cómo me peino? ¿cómo me maquillo? Nunca pensé que esas tres preguntas me las llegaría a realizar a mi misma, seriamente. Todo llega. Hasta las mas seguras, que no es mi caso, alcanzan una etapa en que saben que algo en su aspecto no va bien y que tienen que cambiar porque sí, porque toca y porque ya de tanto parecer tú, pareces otra. Con lo cual comienzas a pensar ¿me doy mechas o reflejos para quitarme diez años? ¿me visto con traje, siempre? ¿qué me pongo para parecer joven sin hacer el ridículo? Grandes cuestiones que no han cambiado el mundo pero que tienen su aquél. 
     En esas elucubraciones, en esos momentos de duda para estropearlo aún más, puede ocurrir y ocurre, que te encuentres con una antigua compañera de colegio que te dice eso de “uy, no te conocía, estás muy cambiada” y tú, sonríes, te callas por no decirle lo de y tu sigues con la misma mala baba que te caracterizó desde pequeñita, hija y ¡cómo no voy a estar cambiada desde la Comunión¡ Y en vez de irte a tu casa, acostarte y arroparte, que sería lo mejor, vas y te miras en el primer escaparate que se te ponga por delante. Sin remedio, llega el estupor, el gran estupor diría yo, porque quien te mira desde el cristal, es otra mujer que no eres tú. La que ves en ese instante es una señora-señora, con ropa desfasada y una coleta como para jugar al tenis. Y te preguntas compungida ¿esa soy yo? En esa décima de segundo de reconocimiento, confusión y enajenamiento has comprendido que ésa, eres tú y que la cámara de fotos digital, no te saca mal porque te tiene manía, es que la irreconocible del verano pasado, también, eres tú. Ha llegado el momento de cambiar y aceptar lo que hay. Se tiene que hacer aunque duela. Y ahí llega la hecatombe, solita, sin avisar, pero la hecatombe.
     Siempre me pareció incongruente la actitud de aquellos que decían que aunque tenían una cierta edad, su espíritu era de un joven. Me lo pareció hasta que me percaté que a mí me pasaba lo mismo, obviamente no digo lo del espíritu joven porque es del siglo pasado, pero lo siento. Y si lo sientes, ¿cómo te vistes, de tu edad o de la que crees tener?, ¿cuál es el peinado adecuado? ¿cómo renuevas tu estilismo al que llevas tantos años unida?¿eh?¿cómo?
      Mi madre decía que a partir de los cuarenta había que acortar la melena y alargar la falda, pero a mí el dicho se me pasó como los cuarenta, sin enterarme y ahora, que es el momento de hacerlo, me supone tanta complicación como me pareció siempre hacer el pino, porque mi cabeza va por un lado, mi cuerpo por otro y mis años se enredan con la melena que no sé cuando voy a recortar.
     Y aquí estoy, cambiando el armario de invierno a primavera y de chica de los 80 a señora del 2012. No sé cómo voy a terminar, ni cómo voy a empezar, de momento he tirado las hombreras, aunque se vuelvan a llevar, he dejado prendas básicas, es decir, nada, porque lo que nunca se pasa de moda, me está pequeño y he pedido cita para cortarme el pelo pero como esto siga así, voy a tirar el armario por la ventana, con espejo incluido y me voy hacer amiga de la Obregón para creerme siempre divina y eternamente joven.
     Ya cambiaré a los sesenta.
    


jueves, 17 de mayo de 2012

La Graduación de mi niña

     Allí están las dos, sentadas, expectantes y sin querer parecerlo, emocionadas. Son amigas desde hace muchísimos años, han vivido cosas juntas y separadas, se ven muy poco pero saben la una de la otra, todo lo que hay que conocer de alguien a quien quieres. Cuando se reúnen aunque haya pasado tiempo, como en esta ocasión, retoman la conversación como si el último café lo hubieran compartido esa misma mañana. Hoy se han vuelto a ver porque la niña ya tiene 18 años y es el día de su graduación.
     Las dos mujeres miran una y otra vez a que aparezca la mas rubia, la mas guapa, la mas buena, la que llegó porque su madre se empeñó, porque quería tenerla, porque necesitaba parirla y le daba igual lo que los demás pensaran. Nunca estaría sola, siempre tendría alguien a quién amar.  
     Un día de Navidad llegó la niña. Y ella fue feliz. Cuando su amiga entró en la habitación del hospital, contempló una mujer plena con su sueño entre los brazos y en ese mismo instante aunque siempre la había querido, la empezó a mirar con ojos de admiración. Ella había tenido un sueño, lo había luchado y allí estaba el bebé. Las dos sabían que el camino que comenzaba, iba a ser difícil. Y lo fue. Y lo es.
     Desde aquel momento mágico, cada una siguió con su vida, una con su niña soñada, la otra con su familia feliz, las dos con el trabajo y las dos con el vínculo creado aquella mañana fría de diciembre. Unidas y separadas a la vez, por una vida cargada de hipotecas, problemas o desvaríos.
     La madre y la madrina ven como recorre el pasillo, como sube a por su diploma, como se vuelve tímida y les sonríe y ellas la miran, se miran a su vez, no pueden hablar, aplauden y lloran en silencio, pensando que ella es feliz y que ellas también y que en ese salón de actos habrá muchas historias, algunas maravillosas, otras no tanto  y que cada padre pensará miles de cosas en ese momento, pero las dos mujeres saben que pocos de los que allí están, han sido tan deseados como la niña buena, la niña guapa y que para que la mas anhelada reciba la orla, su madre ha tenido que dejar muchas cosas por el camino, sin importarle, sin mirar atrás, jamás, por eso su amiga está a su lado. Muchas, piensa, no hubieran sido capaces, ella misma, seguro que no.
     Los jóvenes siguen recogiendo sus diplomas con caras felices y las dos mujeres continúan cada una en su pensamiento, recorriendo la vida de la niña y deseando que todo lo mejor, suceda. Saben que aunque madre e hija, son tan valientes que teniéndose la una a la otra, son capaces de torear al mundo, la amiga las acompañará, como ahora, en que ya no pueden más y cuando la niña, la mujer, llega hasta ellas, se abrazan las tres y sienten que cada una a su manera, han cumplido su sueño, han conseguido una amiga, una hija, mucho amor y miles de cosas que no caben en una graduación.



martes, 15 de mayo de 2012

Inés ya no puede soñar

     Daba vueltas en la cama, daba vueltas su cabeza y no encontraba la solución. No era justo. Tantos años intentando tener una casa, un trabajo, un dinerito para las vacaciones, un fondo de pensiones y poco más y ahora todo se va al traste, todo cambia y no para ella, ni para su marido, ellos ya tienen la vida resuelta aunque al ser funcionarios cada día cobren menos, pero eso no le preocupa ya saldrán y más mal que bien, no se pueden quejar.  No puede dormir pensando en sus hijos, eso sí que le preocupa. Antes pensaba en su futuro, ahora no, ya no hay futuro. Ahora tienen un presente con muchos problemas. 
     Fue duro que los cuatro hijos estudiaran una carrera pero con mucho sacrificio por parte de todos, lo consiguieron. El pequeño terminó el año pasado y sigue sin trabajo, bueno, está de becario pero sin cobrar aunque es el que menos le preocupa por ahora, sigue en casa. A los mellizos no les va mal, aunque se fueron hace dos años a Malta. Tienen trabajo, un piso que comparten en el paseo marítimo que está muy bien y le dicen que tienen calidad de vida, aunque ella siga sin comprender que para trabajar en internet, tengan que haberse ido tan lejos, pero bueno ellos son felices, ella menos. Se fueron igual que los abuelos a Suiza aunque esto parece diferente o al menos quiere creer que es distinto. Emigrantes de lujo dice su marido, pero emigrantes al fin y al cabo, dice ella.
     Lo peor se lo lleva la chica, Susana, con lo bien que estaba, con su ático, su trabajito en la misma empresa que el marido y su bebé que quiso tener antes de los treinta para no ser una madre mayor. Buenos sueldos, buenas primas, buenos coches, gimnasios, viajes y en un año, todo ha ido desapareciendo, la constructora la primera que se evaporó y luego, lo demás. Y ahí están que el piso se lo lleva el banco y se lo lleva y no hay tu tía. La nieta ya no va a la guardería y no tiene nanny que la atienda porque ya están los papás en casa todo el tiempo y ella se desespera, les quiere ayudar, su marido se resiste, una ayudita sí, dice, pero hacerse cargo de la hipoteca, imposible. Muchos jóvenes están igual pero a ella le quitan el sueño los suyos y no es que sea egoísta es que no ve la solución, es que ya no pueden hacer más, que cuidan a la niña para que los padres, los pobres, vayan a las mil citas de trabajo, que les llenan la nevera, que les compran los dodotys, pero para la hipoteca no les llega.
     No es justo, creía que todo seguiría su curso como en anteriores generaciones que poco a poco irían mejorando, pero ahora no, es al contrario, están peor, mucho peor que cuando empezó la vida con su marido, está todo peor que hace treinta años y ya no le preocupa lo que le pase a ellos, le duele el alma por los que vienen detrás, por sus hijos que lo están pasando mal y no puede hacer nada. Se siente impotente ante la injusticia de ver a sus niños pasando estrecheces cuando ella no las pasó.
     Sí, va hacer algo. Está decidido. Mañana les dice que se vengan a su casa a vivir y que alquilen el ático para pagar la hipoteca. Solucionado, se vienen los tres a casa y punto. Lo hablará con su marido que sigue en vela aunque se haga el dormido y ya está, arreglado, a otra cosa.
     Inés no logra conciliar el sueño. Inés sabe que no está, nada, solucionado.


domingo, 13 de mayo de 2012

Neptuno sonrió

     Raquel estaba feliz. Miraba con ojos de niña aquella plaza llena de magia, luces, canciones y sus banderas rojiblancas. No podía dejar de sonreír. Su equipo era campeón y ella, una campeona. Instintivamente cogió la mano de su novio, era su chico y estaba allí, a su lado. Feliz y real. Compartía y vivía aquel momento, intensamente, aunque intuía que les quedaba un largo camino por recorrer.
      Nunca pensó que a estas alturas de la vida le podría pasar, pero sucedió. Su primer matrimonio terminó sin saber cuándo, ni donde ni porqué, como la canción, pero terminó. Se agotó. Ella había sido moderadamente feliz, durante 20 años y suponía que su ex, también. Él, seguía triste y lo peor de todo, solo. Ella no quería que sufriera pero lo que se termina por agotamiento, no hay quien lo rehaga y había deseado que encontrara otra pareja para que olvidara el aniversario de una boda que ya únicamente existía en un álbum y para sentirse tranquila, sin remordimientos. Ellos no habían tenido hijos y la separación fue mas fácil, al menos para ella. Y es que había otro amor que la estaba esperando y que le devolvió las ganas de reír, de salir, de arreglarse, de parecer mas guapa aunque su novio le repetía constantemente lo maravillosa que era, pero Raquel sabía que no era Sharon Stone y que tenía diez años más que él. Otra sorpresa en su camino, enamorarse de alguien mucho mas joven. Le parecía imposible. Cuando veía a parejas con una gran diferencia de edad, dudaba de que fueran reales, que fueran verdad. Pensaba maliciosamente en que habría algo oculto que necesitaba el mas joven. Podía ser seguridad, admiración, situación económica o vaya usted a saber qué, pero algo que no era precisamente amor. Así pensaba ella antes. Ahora no. Raquel no podía ofrecerle mejor situación económica porque su nuevo novio tenía un buen negocio y una gran casa. ¿Seguridad?, eso sí, porque seguramente, en ese momento nadie le podía querer como ella lo hacía y si alguien sentía admiración, era ella, a ese chico que llegó a su vida para hipnotizarla, para hacerla sentir de nuevo y para amarla.
      Volvió a mirar la fuente, magnífica, mas bonita que nunca y hasta vió como Neptuno sonreía en una noche calurosa, con un cielo cuajado de estrellas, con gente vestida de rojo y blanco, con caras sonrientes que parecían darle la enhorabuena por el triunfo del equipo y por aquel pedazo de señor que tenía al lado y que la quería y que cantaba, el campeones oe oe, mirándola, como si no hubiera otra en la plaza. Y gritó que estaba feliz y que sí, que era posible, que podía suceder, que eran campeones.
Los dos.  


jueves, 10 de mayo de 2012

Educación, sí, gracias

     En algún rato perdido, juego a pensar lo que sería mi vida hoy, si en un ayer, hubiera cambiado una respuesta, hubiera elegido una casa para vivir en vez de la que me recomendaban, hubiera aceptado un pacto, aunque yo no lo quisiese, o hubiese olvidado un amor o a una recomendación en el caos agotador de la juventud. Todo sería diferente, no sé si mejor o peor, pero distinto.
     Hay quién cree en el destino, en la suerte y en un hado divino que te va encauzando hacia un camino ya dibujado. Yo sin embargo pienso en las múltiples vidas que podrían ser, en los infinitas mutaciones que se podrían producir al cambiar simplemente una palabra, una actitud o un gesto. Si mi padre me hubiera escuchado cuando dije que quería ser cantante pues ahora no lo sería tampoco, pero hubiera estudiado música. Si mi madre no me hubiera mirado como diciendo está niña está de la cabeza, cuando dije que quería ser artista, ahora, tampoco lo sería, seguramente, pero habría  habido un instante en que hubiera creído serlo. Ellos cambiaron mi vida
      Afortunadamente mis padres lo único que querían era que estudiase, que fuera a la Universidad, era su fin primordial. Lo que estudiara daba igual, pero tenía que estudiar. Y aunque no eran tiempos fáciles para nadie, pude realizar, no sé, si mi sueño o el de ellos. Fui universitaria y escogí la profesión que realmente me gustaba, o al menos la que más me gustaba después de la de vedette. Mi destino cambió por esas decisiones, o esas, no decisiones. La vida de cualquiera puede cambiar igual y aunque dicen que la verdad te hace libre, que puede ser cierto, el ser libre para decir la verdad, para elegir y para conocerla es lo que realmente te hace serlo. Y eso, decía mi padre, te lo daban los libros, te lo daba la educación. Libre para escoger, si quieres estudiar o no, si quieres llevar a tu hijo a un colegio público o privado, si quieres hacer medicina o ser peluquera.
      El poder de elección, eso si te hace libre. El problema es cuando no puedes escoger, donde todo es complicado, donde todo se recorta, donde no hay dinero, donde no hay ganas y en lo último que deben quedar fuerzas y ganas es para que cualquier niño tenga derecho a educarse tanto como pueda, tanto como quiera, que todas las posibilidades que tenga, se las ofrezcan, no que se las recorten, ni a él, ni a sus padres. Que puedan elegir. Que puedan saber.
      Para que una sociedad sea mejor, todos sabemos que es necesario una educación íntegra, el saber y conocer más nos hace también ser un poco mas libres. Así que por favor, recorten lo que quieran, supriman lo que deseen pero en la educación, en nuestros profesores, en nuestros colegios, en nuestros niños, no, gracias.



lunes, 7 de mayo de 2012

Mujeres solas

     Cuando yo quería ser escritora había una idea que me rondaba siempre, escribir sobre las mujeres solas, las que no lo eligieron pero la fuerza del destino jugó con ellas y perdieron. Se quedaron sin su pareja en una décima de segundo por un accidente que les cambió la vida o después de penar con una larga enfermedad. Da igual la forma, se quedaron solas, sin querer, sin haberlo planeado, sin saber.
     Quería escribir sobre ellas porque las he ido conociendo a lo largo de los años y me han ido enriqueciendo, tienen mucho que enseñarnos y porque fundamentalmente, se lo merecen. Son de todas las edades y de toda condición y las he visto como han intentado, cada una a su modo, sobrevivir a la muerte del otro.
     En mi particular álbum de mujeres solas a la fuerza, el de la viuda casi niña, es desgarrador, la que se queda desnuda de cariño ajeno, cuando aún casi no ha empezado a compartir. Es la negación absoluta a lo que realmente ha pasado: ni se lo cree, ni lo acepta. También he vivido la  dura lucha de las jóvenes, con sus hijos por bandera, o las de mediana edad, sin fuerzas para seguir o la mirada de las más mayores, sin vida porque toda la que tenían la compartieron con él que se fue.
     Las he visto muy cerca y de muchas maneras, pero hay un denominador común en casi todas ellas, no han vuelto a rehacer sus vidas, lo intentaron en algunos casos, no quisieron en otros y en una mayoría ni lo pensaron porque creyeron que nunca encontrarían algo como lo perdido. Quizás porque la muerte puede llegar a idealizar al que se va o porque realmente cuando te arrebatan algo que deseas, ya nunca quieres volver a intentarlo, por miedo, por desconfianza. Hay quién vuelve a encontrar el camino de otro amor, pero son mayoría las que añoran y se quedan en el ayer aunque pasen los años y las oportunidades. Es como cerrarse a lo que está al lado y no olvidar nunca lo que se fue porque nada desaparece si lo recuerdas.
     Todas empezaron su andadura como mujeres solas, preguntándose qué hacer y cómo hacerlo. Algunas volvieron a la normalidad, abriéndose paso a codazos con la realidad. Otras no lo logran y continúan todo su vida como en los primeros días, en los momentos de no aceptación, de no poder vivir y se encierran en el luto eterno, sin saber salir de allí o sin querer hacerlo.
     Sí, he conocido y conozco a muchas mujeres solas y dos de ellas me hicieron participe de una de las escenas mas duras y tristes que he podido contemplar. Dos mujeres encerradas en sus pensamientos, una viuda de pocos días y una mal casada, las dos, mirando al infinito. Una llorando su pérdida, la otra añorándola y muy bajito, como acostumbran hablar a las que han golpeado, maltratado, en alma y cuerpo, en apenas un susurro, se rompe el silencio de las lágrimas, con un “qué felices seriamos las dos, si en vez del tuyo, se hubiera ido el mío".
     Quedarte sola cuando no quieres, es romperte la vida, pero la soledad te aplasta cuando la vives con quien no amas, con quién no te quiere y que aunque no consuele, aunque no las consuele a ellas, a las mujeres solas, es mucho peor no haber vivido ni un minuto de amor compartido.