martes, 22 de mayo de 2012

El cambio ha llegado

     ¿Cómo me visto? ¿cómo me peino? ¿cómo me maquillo? Nunca pensé que esas tres preguntas me las llegaría a realizar a mi misma, seriamente. Todo llega. Hasta las mas seguras, que no es mi caso, alcanzan una etapa en que saben que algo en su aspecto no va bien y que tienen que cambiar porque sí, porque toca y porque ya de tanto parecer tú, pareces otra. Con lo cual comienzas a pensar ¿me doy mechas o reflejos para quitarme diez años? ¿me visto con traje, siempre? ¿qué me pongo para parecer joven sin hacer el ridículo? Grandes cuestiones que no han cambiado el mundo pero que tienen su aquél. 
     En esas elucubraciones, en esos momentos de duda para estropearlo aún más, puede ocurrir y ocurre, que te encuentres con una antigua compañera de colegio que te dice eso de “uy, no te conocía, estás muy cambiada” y tú, sonríes, te callas por no decirle lo de y tu sigues con la misma mala baba que te caracterizó desde pequeñita, hija y ¡cómo no voy a estar cambiada desde la Comunión¡ Y en vez de irte a tu casa, acostarte y arroparte, que sería lo mejor, vas y te miras en el primer escaparate que se te ponga por delante. Sin remedio, llega el estupor, el gran estupor diría yo, porque quien te mira desde el cristal, es otra mujer que no eres tú. La que ves en ese instante es una señora-señora, con ropa desfasada y una coleta como para jugar al tenis. Y te preguntas compungida ¿esa soy yo? En esa décima de segundo de reconocimiento, confusión y enajenamiento has comprendido que ésa, eres tú y que la cámara de fotos digital, no te saca mal porque te tiene manía, es que la irreconocible del verano pasado, también, eres tú. Ha llegado el momento de cambiar y aceptar lo que hay. Se tiene que hacer aunque duela. Y ahí llega la hecatombe, solita, sin avisar, pero la hecatombe.
     Siempre me pareció incongruente la actitud de aquellos que decían que aunque tenían una cierta edad, su espíritu era de un joven. Me lo pareció hasta que me percaté que a mí me pasaba lo mismo, obviamente no digo lo del espíritu joven porque es del siglo pasado, pero lo siento. Y si lo sientes, ¿cómo te vistes, de tu edad o de la que crees tener?, ¿cuál es el peinado adecuado? ¿cómo renuevas tu estilismo al que llevas tantos años unida?¿eh?¿cómo?
      Mi madre decía que a partir de los cuarenta había que acortar la melena y alargar la falda, pero a mí el dicho se me pasó como los cuarenta, sin enterarme y ahora, que es el momento de hacerlo, me supone tanta complicación como me pareció siempre hacer el pino, porque mi cabeza va por un lado, mi cuerpo por otro y mis años se enredan con la melena que no sé cuando voy a recortar.
     Y aquí estoy, cambiando el armario de invierno a primavera y de chica de los 80 a señora del 2012. No sé cómo voy a terminar, ni cómo voy a empezar, de momento he tirado las hombreras, aunque se vuelvan a llevar, he dejado prendas básicas, es decir, nada, porque lo que nunca se pasa de moda, me está pequeño y he pedido cita para cortarme el pelo pero como esto siga así, voy a tirar el armario por la ventana, con espejo incluido y me voy hacer amiga de la Obregón para creerme siempre divina y eternamente joven.
     Ya cambiaré a los sesenta.
    


4 comentarios:

  1. Dí que si Toni,yo te apoyo,no cambies hasta los 60 porque hasta ahora lo estás haciendo muy bién,te lo dice tu amiga de Almeria.Besitos

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    1. gracias, pero no vamos a cambiar, ni tú ni yo....que nos queda mucho...besos

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  2. Puedes cambiar lo que quieras, pero siempre serás y estarás estupenda.

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