jueves, 20 de noviembre de 2014

El Baúl de los Sueños

     Apaga las luces de la tienda. Con las llaves en la mano se queda allí quieta, mirando sin ver los vestidos, los abrigos, las camisas que tampoco hoy se vendieron. Los pendientes brillan en la oscuridad gritando que siguen allí, que nadie se los probó. Los bolsos cuelgan de ganchos en el aire. Igual que ella.
     Hoy sólo entraron cinco personas. Sólo una compró. Una camiseta y un anillo, el más barato. Veinte euros. Los deja en el cajón. El dinero atrae al dinero, dicen. A ella antes le pasaba. Tenía dinero y si no, tenía tarjetas de crédito. Antes sólo compraba. Así aprendió a vender.
      Sigue en la oscuridad, queriéndose marchar muy lejos.Y le dan ganas de llorar pero ya no llora. No puede.
     ¿Y si encendiera un cigarro y lo dejara allí entre el astracán y los tocados de boda? Ardería todo lo que le costó tanto encontrar. Ardería también la congoja, la zozobra. Se esfumaría el miedo al embargo y el tedio de las tardes sin clientes. El seguro paga bien. Hacienda se pondría contenta y el IVA desaparecería de su vida como el humo negro por la rendija del aire acondicionado. Sería una solución. Pero ya no tiene seguro. La póliza subió y ella tampoco pudo.
     Los bomberos además tardarían en llegar porque la alarma no suena. La placa está, sigue en la fachada pero no se puede conectar. Los ladrones no lo saben. Podrían entrar y llevarse todo y ella podría denunciarlo y decir que ha perdido un montón de dinero....pero ella sabe que no tiene ni alarma, ni seguro, ni calefacción, ni aire acondicionado y sabe, que no podrá seguir así. No habrá incendio, ni habrá ladrones inventados porque nadie le pagaría nada. Nadie le paga nada. Nadie le da una solución.
     Y nadie entra.
     Echa el candado. Cierra una noche más el baúl dónde metió toda su ilusión. Dónde almacena lo vivido. Donde guarda lo que ama.
     Sale a la calle sin prisas. Nadie la espera. Quiere llegar rápido a su casa porque hace frio y está cansada. El pensar, sufrir, darle vueltas a la mierda de la crisis: cansa mucho; tanto como esperar a que alguien mire el escaparate y entre. Cansa mucho sonreir, ser agradable, mentir y decir que no importa que se prueben treinta cosas y no se lleven nada. Cansa mucho hacer cuentas sin casi nada que sumar. Cansa mucho no tener ni un duro. Sólo deudas. Sólo recibos que pagar.
     Ella es emprendedora. Otra mentira. Otro timo. Ya no se lo cree ni ella que puso tanto empeño en seguir, en no tirar la toalla cuando se quedo sola y sin trabajo. Sí, fue su elección pero hay mucha gente que elige mal y tampoco lo paga tan caro. Son cosas del destino. Yo lo quise y lo quiero. Yo decido. Y se lo repite en cada momento de flojedad para hacerse mas fuerte.
     Llega a su apartamento. Abre el frigorífico coge un yogurt y se va al sofá. Hace frio allí también. La calefacción es muy cara. Arropada se nota menos. Sonríe recordando cuando en pleno invierno se paseaba por su antigua casa en pantalón corto porque hacía mucho calor en aquel chalet enorme, dónde todo era grande: las mesas, los sofás, los armarios y también la distancia con su marido. Lo dejó, solo, perdido,  en aquella casa para gigantes. Ahora es mas libre, no tiene marido pero sí tiene un amor a ratos pero no era así como se imaginó su vida. Aunque ella nunca imaginó nada... ¡todo era tan fácil! Era tan sencillo pagar la luz y el gas y gastar en una tarde mil euros en ropa..... cómo iba a pensar, a imaginar siquiera que su vida sería así después de los cincuenta.
      Apaga el último cigarrillo. Lo aplasta bien en el cenicero, no sea que con la mala suerte que tiene, los malos pensamientos se hagan realidad en su propia casa y arda hasta el cuadro del sol de invierno que se trajo de su otra vida. Sonríe porque no puede llorar. Le gustaría pero ya no puede. Se toma su tranquilizante de buenas noches y entre el rumor de voces de la tele se queda dormida. Mañana lo mismo se arregla algo. Lo mismo vende algo. O lo mismo echa el cierre ya, para siempre, porque no vale la pena, porque no puede más. Pero ¿dónde iría? ¿Alguien contrata a una emprendedora que  no tiene ni veinte, ni treinta, ni cuarenta?
     Mañana volverá a la tienda. Cambiará otra vez el escaparate, pondrá los zapatos rojos para que se vean. Una mujer debe tener por lo menos unos en su vida. Abrirá de nuevo el baúl de los vestidos y los sueños. Dejará volar los buenos presagios, los colores brillantes, el amor siempre compañero  y por la noche lo volverá a cerrar a los miedos y a la desesperanza. Con candado. Como siempre.
     Y así un día y otro día. Hasta que esto cambie. Hasta que alguien entre a comprar. Hasta que vuelvan aquellos años en que todo era facil. Hasta el amor será sencillo, será normal.
     Y el Baúl de los Sueños estará siempre abierto

4 comentarios:

  1. Muchas creímos que eramos superwoman y que en esta época podríamos con todo y emprendimos y creamos un puesto de trabajo: el nuestro. Y ahora nos vamos a la mierda. Siento esta forma de hablar pero me siento así. Y gracias por haber escrito esto que es como yo me siento todos los dias, otros mucho peor. Gracias Una de 5o.

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    1. Gracias a ti por leerme y espero que te salgan bien las cosas y que no tengas mas días malos

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  2. Muchos tenemos esos mismos sentimientos. Debemos seguir bailando bajo la tormenta como si nadie nos viera, pasará. UNO de cincuenta.

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  3. Me gusta lo de "bailar bajo la tormenta" y me gusta que haya Uno de 50, porque aunque yo hable de mujeres, son mujeres que viven, que quieren, que comparten su vida con hombres. Y nuestras historias, son vuestras historias. Gracias

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